martes, 10 de noviembre de 2009

Historia

Alonso Fernández de Lugo, a la postre Adelantado, vence en Julio de 1496 la última resistencia guanche en el Realejo, dando por concluida la conquista de Tenerife e incorporándola desde ese preciso momento a la corona de Castilla. Atrás quedaban 3 años de duras batallas e intentos varios de pacificación; luchas intestinales entre conquistadores, escaramuzas y emboscadas, y un sin fin de hazañas de una y otra parte que han pasado a la historia bajo el epígrafe de conquista realenga, por ser la Corona quien sufraga los costes de la empresa.

La Laguna aparece en la Historia desde fecha temprana, ya que fue en Agüere, topónimo aborigen, donde se enfrentó el grueso de la tropa castellana contra los aborígenes de los bandos guerreros del norte de la isla. Por tal motivo se erigen la Cruz de Piedra y la ermita de San Cristóbal en el lugar donde más cruenta fue la batalla que acabó con la vida del Mencey Bencomo o de su hermano Tinguaro (la Historia no ha podido corroborarlo, aunque siempre han mantenido los historiadores que fue el segundo) y por sucederse esta en el día de San Cristóbal de cuyo santo tomó nombre la ciudad.

Tras la definitiva rendición guanche en el Realejo, Alonso Fernández de Lugo dirige sus tropas hacia Agüere, donde tenía pensado instalarse y fundar una población. Tres razones principales han aducido algunos historiadores para justificar dicha elección: la primera apunta ineludiblemente a su lejanía desde la costa, salvaguarda de los frecuentes ataques piráticos de la época; la segunda razón nos conduce a la propia ubicación insular de La Laguna, siendo paso inevitable para quienes se trasladan de una vertiente a otra de la isla; la tercera y última razón se fundamenta en el suelo y clima de Agüere, ya que este factor permitía el desarrollo de cultivos cerealísticos y buenos pastos para la ganadería. Además, estaba la presencia de La Laguna de agua potable.

El primer asentamiento tuvo lugar en la zona donde hoy se eleva la iglesia de La Concepción, edificaronse casas y una pequeña capilla consagrada a la Virgen de La Concepción con materiales muy pobres y perecederos. Estas efímeras construcciones dieron paso progresivamente a otras más duraderas, requeridas en los acuerdos tomados por el Cabildo de la isla para evitar los asiduos incendios y desastres que se producían por el empleo de materiales combustibles (adobe, maderas y cubiertas de paja).

Las construcciones de este primer asentamiento adolecen de planificación, dispensándose las casas de modo arbitrario por toda la zona. Pronto cambió esta situación, propiciada por un repentino traslado del Adelantado hacia lo que será la Villa de Abajo, motivado, según la tradición, por un altercado entre los vecinos y el hijo de este, quien supuestamente pereció por tal hecho. La Historia ha demostrado la falsedad de este acontecimiento y por tanto, sólo nos resta pensar que fue una decisión personal del Adelantado, promoviendo las construcciones ordenadas según la planimetría que imperaba en Europa en ese momento, y que no era otra que el plano de cuadrícula o damero. Cabe la posibilidad de que esta decisión tuviese que ver con los problemas que empezaba a originar el agua de la laguna en los edificios. Esta decisión del Adelantado se recoge en los Acuerdos del Cabildo obligando a los vecinos a instalarse en la Villa de Abajo, prohibiendo todo tipo de comercio y construcción en la Villa de Arriba.

Las autoridades insulares toman múltiples acuerdos de este tipo, en los que podemos hacer un seguimiento de cuantas disposiciones y medidas se fueron adoptando para instar a los vecinos a usar buenos materiales constructivos, mantener la limpieza de las calles, la alineación de las fachadas, etc. Se trataba, en definitiva, de hacer de aquel pequeño núcleo una verdadera ciudad. Una ciudad ordenada al modo renacentista.

El casco histórico de la ciudad quedó prácticamente configurado a finales del siglo XVI, tal y como se demuestra en el primer plano conservado de la ciudad realizado por el ingeniero italiano Leonardo Torriani en 1588. Posteriormente se han transformado muchas casas, se han construido otras nuevas en lugares vacantes, pero el trazado de las calles apenas se ha modificado. Este crecimiento urbano es consecuencia del rápido aumento poblacional experimentado a principios del siglo XVI, espoleado, en cierto modo, por la obligación de residir en el Municipio so pena de perder sus repartimientos en el resto de la isla. Así pues, en 1515 La Laguna contaba con una población que rondaba los 3000 vecinos.

Plano de la ciudad de La Laguna de Leonardo Torriani s. XVI



Muy pronto comienzan las construcciones civiles destinadas a proporcionar elementos indispensables para el bienestar de la ciudadanía como el agua, traída desde las Mercedes por caños y canales desde 1521, molinos de viento, el Matadero,etc. Las Casas Cosistoriales se empiezan a construir en 1526, reuniéndose hasta entonces el Cabildo en la Ermita de San Miguel, sita en la Plaza del Adelantado.

Desde 1510 la reina Doña Juana “La Loca” concede por Real Cédula de 23 de marzo el escudo de armas de la Ciudad, representándose al Arcángel San Miguel dominando una peña que simula el Teide. En 1514 el Ayuntamiento solicita el título de Ciudad por considerarla “mucho más poblada e mejor que ningún pueblo de las otras islas de Canarias, e que de la ciudad de Las Palmas”. Ante el silencio de la corte el 21 de julio de 1521 el Ayuntamiento se autoconcede el título de Ciudad, que fue corroborado por la corte de Carlos V en 1531. Posteriormente, se la añade el título de Noble el 8 de septiembre de 1534. Actualmente ostenta los títulos de Muy Noble, Leal, Fiel, y de Ilustre Historia, Ciudad de San Cristóbal de La Laguna.

Simultáneamente a esta eclosión constructiva civil se suceden las edificaciones de lugares religiosos destinados al culto o al albergue de quienes dedican su vida a la fe. Ejemplos de arquitectura religiosa podemos encontrar en cada esquina de la ciudad, en cada calle, sembradas de ermitas, capillas de cruces, calvarios, iglesias y conventos que nos transportan siglos atrás cuando atravesamos sus vastos muros, testigos mudos del devenir histórico de la Ciudad. Edificios apenas transformados en los siglos transcurridos desde que se erigieron.

A partir del siglo XVII se produce un notable estancamiento, tanto en materia constructiva como poblacional, aunque son muchos los historiadores que afirman que este hecho es fruto de la dispersión de la población por la periferia. No es esto una afirmación muy veraz, ya que si analizamos los datos censales podemos comprobar que en 1561 habían 7220 vecinos en La Laguna, y que en 1805 habían aumentado sólo hasta los 9672, o sea, que en los casi dos siglos y medio habría aumentado en tan sólo 2452 vecinos. Este estancamiento se manifiesta en la morfología de la Ciudad, comprobable a través del análisis visual de los planos de Torriani (1588) y de Pereyra Pacheco (1831).
Este periodo de crisis económica y política del siglo XVII contrasta con el florecimiento de las artes y la cultura en la Ciudad en el siglo XVIII. La Laguna del Dieciocho, es la ciudad de las tertulias de poetas, escritores y artistas que bajo el macenazgo de las más notables familias (Nava y Grimón, Saviñón, Román,etc.) discuten sobre las corrientes artísticas y políticas europeas que van arribando a las islas. Es la Ciudad de las brillantes fachadas, es en definitiva, “la capital de todo cuanto se refiere a las formas más elevadas de la vida urbana, a la sociedad, el arte, al movimiento intelectual”.
En el siglo XIX se acelera el proceso de decadencia de La Laguna, testigo impotente de su pérdida de privilegios y poder frente a Santa Cruz, en otro tiempo pequeño puerto pesquero, que cobra auge tras la destrucción, por el volcán, del puerto de Garachico en 1706, asumiendo prontamente las labores administrativas y sirviendo de sede a las nuevas instituciones creadas por la Administración Estatal. A este proceso decadente contribuye la emancipación administrativa de muchas poblaciones dependientes hasta ahora de La Laguna. Fruto de esta rivalidad por ostentar el poder es el suceso, si se quiere anecdótico, de desobediencia de La Laguna a la Diputación Provincial creada en Santa Cruz en 1813.

Sólo algunas y esporádicas construcciones de la burguesía santacrucera en La Laguna calman el clima desolador en el que vive inmersa la ciudad, a la vez que se asiste a la ubicación de algunas instituciones culturales, como la Universidad de San Fernando, o eclesiásticas como el Obispado (1818), que tratan de inyectar savia nueva a la centenaria ciudad.

En la primera mitad del siglo actual se produce una expansión del perímetro urbanizado, incrementándose considerablemente la población lagunera, que alcanza los 50000 habitantes en 1965. Desde ese inicio del despegue hasta la actualidad La Laguna no ha parado de crecer, alcanzando en su último censo del 1 de enero de 1995 los 127735 vecinos. Es desde la década de los sesenta cuando el crecimiento se hace más patente, a la vez que comienza a producirse un giro de la población desde el sector primario hasta el terciario, que ocupa hoy día la mayor parte de su población activa. Tanto las profesiones liberales, como los sectores administrativos y servicios (transportes, bancos, comercios, etc.) deben en gran medida su dedicación a la Universidad, al Ayuntamiento o al Juzgado, que atraen hacia este centro urbano un importante número de población.

En la década de los sesenta se aprueban también el Plan de Volumetría, de consecuencias nefastas para algunos edificios históricos, sustituidos por nuevos inmuebles que no guardan relación alguna con el Conjunto Histórico de la Ciudad. El mayor impacto destructivo se produce en las calles Herradores y Carrera.

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